Da terror pánico hablar por la boca de otro, o poner nuestras palabras en labios de alguien que estuvo una vez vivo, sobre todo si es alguien a quien respetamos. Desde luego yo no puedo ser él, sólo solidarizarme con su terrible circunstancia de fracasado tan igual a la de una
Se abre el telón y vemos esta casa de Arlés que él pintó con el color que le asaltó toda su vida: la mala suerte: el amarillo

Él podría ser esa figura que apresurada huye después del único acto terrible de su vida, cortar su propia oreja que regaló a una madama de prostíbulo.
Bien podrían ser esas dos brujas de negro sentadas en el velador. Se supone que el pobre no podía frecuentar prostíbulos de lujo. La sordidez la misma; pero menos peligro de que te pasen o pases enfermedades venéreas, y los viciosos ricos no salen de su atmósfera de lujo ni aun en los infiernos que crean para su esparcimiento de parásitos.
Este pobre hombre nuestro, un artista y por lo tanto un desheredado, en aquel entonces la única mujer a la que podría tener acceso, si el deseo le empujaba, sería a esa pobre prostituta de los antros más horrísonos.