"La rebelión es mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos" Alejandra Pizarnik-en esta vida

"Solo veo rosas" Alejandra Pizarnik-más allá de esta vida-

Solo soy pura rebelión, vino a decir... aunque no sola estás

Vos no está sola. Y esta rebelión se hará. Y no desde la soledad. No desde cuatro gatos somos y por eso nos pisotean. ¡Una ola de Rebelión vendrá que tambaleará los cimientos podridos de estas sociedades!



domingo, 13 de junio de 2010

“Yo arriesgué mi vida por mi trabajo, y mi razón siempre fue menoscabada" Acto 2 (Escena 2)

Alejandra Pizarnik, Vincent Van Gogh, Carmen López Iglesias jugando al corro; pero en vez de con patatas, esas las dejamos para la mesa que compartimos con nuestros amigos comedores de raíces tan amargas como ellos mismos, todos los desfigurados por aquellos de imágenes impecables que pagan doscientos millones de dólares por un cuadro, desfigurados o arrastrados a los sótanos de la vida como estos que ven
pero en vez de al grito de la patata que se nos atraganta, giramos cogidos de la mano mientras cantamos a todo lo que nos da la voz, palabras que bien hubiésemos podido firmar los tres. Y se apunten a este corro cuantos se sientan llamados pues que fueron elegidos por “la miseria no acabará nunca”:

Alejandra, Vincent, Carmen. Y colaremos también a Artaud en este corro.
-Yo arriesgué mi vida por mi trabajo, y mi razón siempre fue menoscabada
Yo arriesgué mi vida por mi trabajo, y mi razón siempre fue menoscabada
Yo arriesgué mi vida por mi trabajo, y mi razón siempre fue menoscabada
Yo arriesgué mi vida por mi trabajo, y mi razón siempre fue menoscabada
Yo arriesgué mi vida por mi trabajo, y mi razón siempre fue menoscabada

Carmen
-¿Estamos locos pues jugamos al corro los tres, ya somos cuatro, y ¡vamos, que se sumen!, después de levantarnos de esos exquisitos manteles donde las patatas ni ruedan de lo duras, no como el caviar de los que pagan doscientos millones por un cuadro?

Artaud
Toma Carmen (Me ofrece la patata del cuadro para que deje de estar tan pensativa) Ni para dentadura postiza me dio toda mi obra, desde luego no tan valorada, ni siquiera hoy, como el cuadro al que hiciste referencia, esa maraña sin significado de un tal Jackson Pollock. No puedo roer esta roca, déjate tú los dientes que te queden en ella y verás como olvidas esa pesadumbre que te inclina los ojos sobre un café que no es otra cosa que agua sucia, visto que estamos en Francia y en la miseria.

Alejandra (con cofia blanca extasiada contempla a un Van Gogh con gorra, o puede ser el Isidore Lucien con el que yo tantas veces le confundo)
-Amigo, te sumás a este corro por mucho que editases tu “Maldoror” de tu propio bolsillo, la pensión que te enviaba tu padre. ¡Mirá como te desapareciste en cuanto se te acabaron los pesos y te echaron perros más crueles que el tuyo hasta sobre tu sombra los Napoleones y toda la fiesta de los pejecutivos de la res pública de la Francia que san te jodió ad jod!


Y de momento damos por terminado ese corro de la patata “la miseria no acabará nunca” al estribillo de “Yo arriesgué mi vida por mi trabajo, y mi razón siempre fue menoscabada”. Aunque podamos resucitarlo, y así haremos, en cualquier escena de cualquier acto de esta obra

"Yo arriesgué mi vida por mi trabajo, y mi razón siempre fue menoscabada"

Acto 2

Sus últimas palabras encontradas en una carta con fecha 29 de julio de 1890 que ni salió de su bolsillo rumbo a su destinatario, su hermano, única persona con la que pudo compartir su genialidad ahora tan buscada por los miserables inversores, todos esos parásitos que hacen riqueza de la muerte y el crimen. ¿Cuánto pagaron por los girasoles con los que adornaste la habitación que destinaste al sinvergüenza o aprovechado -de ti y de tu hermano- último con el que te codeaste y cómo no, “colega” tuyo, en aquella casa amarilla?


-Yo arriesgué mi vida por mi trabajo
¿Cuántos de los aquí presentes
(se dirige a una asamblea de muertos que alguna vez tuvieron que ver algo con el arte, almas de negro de la cabeza a los pies, como sombras. Podríamos decir que se dirige a toda la asamblea de muertos, tan pocos de entre todos los muertos que serán y son habrán arriesgado nada y menos la vida por su trabajo, por su obra por su dignidad de seres humanos)
puede decir lo mismo?
¿Cuántos podrán de los que aquí irán sumándose?
Vosotros, miserables, que tuvisteis la desfachatez
de condenarme a “la miseria no acabará nunca”
con vuestros juicios de tarados
por cuyas venas no corría otro arte que el lucro,
que la figuración social.
¿Y cuáles las convicciones en las que os basasteis para el rechazo hasta de mi razón pues si de mi obra?
Mirad
(Dice señalando abajo -Esto es irrepresentable- una sala de subastas donde sus “Girasoles” alcanza la cifra mayor ofrecida por un cuadro)
esos otros miserables que aquí vendrán a sumarse a vosotros,
hoy, pues ya os cuidasteis vosotros de matarme,
supravalorándome de lo mismo, de ser ese muerto, esa víctima con la que pueden todos los sinvergüenzas lucrarse.

A 2010
En honor de estas palabras, las mías, las de Alejandra Pizarnik que fue asesinada antes de poner un pie sobre los escenarios las figuras y textos de su imaginación, jamás levantaré el telón sobre la casa amarilla, “La miseria no acabará nunca”, ni aun la pudiese convertir en la mejor obra de teatro y tuviese los medios para escenificarla yo sin tener que pedir permiso a ningún hijoputa que domine esas regiones del teatro, tan hijoputa como cuantos deciden qué se vende o no de lo que se pinta (y aquí podría hasta entrar el hermano de Van Gogh al que tantas veces éste recriminó que se dedicase al sucio negocio de marchante de arte), qué se publica o no.

La cifra mayor ofrecida por un cuadro en los años setenta; en la red vemos el dato "en 1987". Todos perdemos la memoria y ni esta puta mierda de 666 www la conserva. Menos que nada ella, objeto de todas las manipulaciones, la Gran Bestia que nos tenía prometida el Apocalipsis con sus pocas cabezas dominantes haciendo que nadie viva, compre-venda o exista si no es con su consentimiento o su patente. Aquí apartada a este rincón sigo escribiendo para nadie, igual que desde mi adolescencia y en la soledad de mi alcoba. Aquí apartada por la Bestia; apartada y también manipulada. ¿Cuántas de todas estas palabras que aquí vierto quedarán íntegras sin que, además de arrinconarlas, las cambien, borren, deformen etc?

Vemos que hoy la cifra mayor pagada por un cuadro, ¡140 millones de dolares! (¿no sería como para encarcelar al que puede pagar semejante cifra, sea por un cuadro o fuere por cualquier cosa?) es por una tela cubierta de una maraña estúpida pues sin significado de un tal Jackson Pollock muy estimado por sus compatriotas los amos del mundo.

Esta casa amarilla que aquí de nuevo les dejo, tal y como se ofrece en la red, perdido su color, aunque no el dolor que contuvo, la desilusión sentimental y profesional definitiva de un pobre desgraciado al que sólo le quedó el suicidio tras eso.

Y la inserto para que se pueda ver el cuadro en su totalidad, aunque le hayan escamoteado la luminosidad de sus colores, pues en mi limitado escáner no entró entera la imagen del cuadro en uno de los tantos libros de arte sobre Van Gogh.

Todo lo que se sigue después de este acto segundo (o entrada dos) no guardará ya el orden con el que fue concebido. Me limitaré a rescatar las palabras dichas, escritas a máquina a mediados de los años setenta sobre unos folios amarillos. Exactamente el tono del fondo de página donde ahora las paso.

martes, 8 de junio de 2010

Empatía (La casa amarilla)

Acto 1

Da terror pánico hablar por la boca de otro, o poner nuestras palabras en labios de alguien que estuvo una vez vivo, sobre todo si es alguien a quien respetamos. Desde luego yo no puedo ser él, sólo solidarizarme con su terrible circunstancia de fracasado tan igual a la de una

Se abre el telón y vemos esta casa de Arlés que él pintó con el color que le asaltó toda su vida: la mala suerte: el amarillo


Él podría ser esa figura que apresurada huye después del único acto terrible de su vida, cortar su propia oreja que regaló a una madama de prostíbulo.
Bien podrían ser esas dos brujas de negro sentadas en el velador. Se supone que el pobre no podía frecuentar prostíbulos de lujo. La sordidez la misma; pero menos peligro de que te pasen o pases enfermedades venéreas, y los viciosos ricos no salen de su atmósfera de lujo ni aun en los infiernos que crean para su esparcimiento de parásitos.

Este pobre hombre nuestro, un artista y por lo tanto un desheredado, en aquel entonces la única mujer a la que podría tener acceso, si el deseo le empujaba, sería a esa pobre prostituta de los antros más horrísonos.
se escribe como se habla se escribe como se es el alma
Grupo poético de Sombra & Sombra Dentro de mí con ella que es yo El extraño caso de una generación fundándose a sí misma.
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